El cambio climático es una de las mayores amenazas a las que se enfrenta actualmente la humanidad, pero ¿hacemos todo lo posible para pararlo?
En esta nueva entrega de Time is Gold te resumimos cómo se puede apostar por un modelo sostenible, qué medidas son realmente efectivas y cómo no caer en el llamado greenwashing.
¿Cuánto debemos preocuparnos: qué pasará si las temperaturas siguen en aumento?
De hecho, ya hemos alcanzado un punto de no retorno que, de seguir avanzando, derivará en lo que los científicos consideran cinco grandes tragedias: el colapso de la capa de hielo de Groenlandia y de la Antártida occidental, la pérdida del permafrost boreal, la muerte de los corales tropicales y el colapso de las corrientes en el Mar de Labrador, en el Atlántico.
Olas de calor históricas, fenómenos naturales extremos, animales marinos desorientados que perecen varados en las orillas, osos polares famélicos, incendios forestales descontrolados, islas que desaparecen bajo el mar y son sustituidas por toneladas de plásticos… no hablamos del futuro, el cambio climático se siente desde hace años.
Aun así, y pese a todo el catastrofismo distópico que nos amenaza —y que cada vez nos parece menos exagerado— somos muchos los que confiamos en que otro mundo es posible. Así lo demuestra también el hecho de que cada vez más empresas apuesten por la sostenibilidad y por un cambio de paradigma en sus modelos de negocio.
¿Puede la sociedad ser el motor del cambio junto a las empresas?
Sin duda. Cada vez somos más conscientes de los efectos que tiene la actividad industrial en el medio ambiente. Cada vez hay más información sobre cómo podemos ayudar cambiando nuestros hábitos de consumo y reclamando también un mayor respeto hacia el medio ambiente.
El 87% de los consumidores prefiere comprar productos que generen un impacto social o ambiental positivo y esto ha animado a las empresas a preocuparse por su imagen como entidades sostenibles. De hecho, en los últimos años, los productos ecológicos han crecido de 5 a 6 veces más rápido que los productos sin esta etiqueta, lo que significa que la demanda es mayor y que el mercado ha reaccionado bien.
Ya sea por convicción o por aprovechar la coyuntura, si el resultado beneficia a todos, bienvenido sea el cambio.
Aun así, no hay que perder el sentido crítico. Sabemos que hay muchas personas que con una mano agitan la bandera del ecologismo mientras que con la otra completan su pedido de fast fashion o en conocidas plataformas de venta online. Y hay estudios que apuntan que las pymes son responsables del 70% de la polución industrial en toda Europa, así que está manos de todos frenar el cambio climático.
¿Tanto contamina comprar en internet?
Por ahora no hay una conclusión definitiva. Mientras hay quien asegura que las ecommerce dejan una huella de carbono inferior a las tiendas tradicionales, al evitar el traslado de cientos de personas, otros mantienen que el impacto es superior debido a los miles de envíos y devoluciones que implican.
No obstante, hay algunos mecanismos que hacen que determinados comercios online sean menos sostenibles que otros, como aquellos que pueden permitirse devoluciones gratuitas e ilimitadas —y que algunas empresas como Inditex, Zalando o Uniqlo ya están revisando—, envíos rápidos o instantáneos (que requieren tres veces más energía que los normales), etc.
¿Qué pueden hacer realmente las empresas para ser más sostenibles?
Cuando hablamos de sostenibilidad, no necesariamente significa adoptar cambios drásticos y replantearse toda la organización de la empresa (aunque en algunos casos no sería tan mala idea…). Los cambios se pueden implementar progresivamente, ayudando también al equipo a asumirlos y comprometerse con ellos.
Una de las medidas más implementadas por las empresas españolas es el uso eficiente de las horas de trabajo. Esto depende, claro, del tipo de empresa, pero, cuando es posible, la flexibilidad horaria, el teletrabajo y la conciliación laboral han demostrado aumentar la productividad y el bienestar de todos, al tiempo que supone un ahorro de recursos.
También está demostrado que las empresas más digitales son más sostenibles, ya que se reducen costes, se optimizan las horas de trabajo con el consecuente ahorro de recursos y las gestiones internas son más ágiles y eficaces.
Pensando en el uso de los recursos y en la posibilidad de reducir y reciclar, otra forma de ser sostenible es apostar por un modelo de economía circular: porque lo que hoy no sirve, mañana puede ser el tesoro de alguien o incluso de todos.
Así, encontramos empresas como Eko-rec, que transforman botellas de PET en alfombrillas y salpicaderos para el coche o en packaging; Indianes, que fabrica zapatos ecológicos a partir de plástico reciclado; Zicla, que diseña separadores de carriles para bicicletas con los residuos de las ciudades o Ananas Anam, que utiliza los restos de las hojas de las piñas para crear el Piñatex, un tejido de apariencia similar al cuero.
Tener un plan de igualdad que garantice el alineamiento de la empresa con los derechos humanos dentro del marco de la Agenda 2030 también acerca a la sostenibilidad —además de ser obligatorio para las empresas con más de 50 personas trabajadoras—, mejora el ambiente laboral y eso, siempre, repercute positivamente en la productividad y competitividad de la empresa.
Aparte de esas, hay muchas más medidas: utilización de energías renovables, medición de la huella de carbono, contratación de proveedores que estén comprometidos con el medio ambiente, estrategias de inversión sostenible… y, por supuesto, todas las que se te ocurran para mejorar la eficiencia, la productividad y el bienestar de tu equipo.
¿Es rentable una empresa con un modelo de negocio sostenible?
Ser sostenible significa ser capaces de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras, pero hay quien piensa que es un riesgo apostar por ese modelo. Su opinión, probablemente, se basa en creencias antiguas, cuando la producción de productos ecológicos tenía un elevado precio que el consumidor no siempre estaba dispuesto a pagar.
Hoy sabemos que eso ha cambiado y que, como decíamos, las personas se fijan cada vez más en marcas ecológicas y responsables. De hecho, el 66% estaría dispuesto a pagar más si fuera necesario.
Por otra parte, hay numerosos ejemplos de empresas que han demostrado que la sostenibilidad es compatible con la rentabilidad (aunque desde el punto de vista capitalista pueda resultar paradójico).
Las empresas sostenibles obtienen una mayor ventaja competitiva, al ser generalmente más innovadoras, ahorran costes gracias a la eficiencia operativa y su imagen como marca es mucho más positiva. En España tenemos varios ejemplos, además de los citados anteriormente, como el de Heura Foods o el de Freshly Cosmetics, que, de hecho, han sido este año dos de las startups que más han crecido en España.
¿Qué es el greenwashing y cómo saber si una empresa lo hace?
El greenwashing (o ‘ecoblanqueo’) es un término que se utiliza para definir la práctica que realizan algunas empresas aprovechando, precisamente, el interés de la sociedad por un consumo sostenible y eco-responsable. Sabiendo esto, disfrazan de ecológicos sus productos o servicios pese a que no lo son o pese a que, en realidad, sus prácticas pueden llegar a ser muy poco sostenibles.
El greenwashing puede ir desde un burdo uso del color verde para engañar la percepción del consumidor, que rápidamente lo identifica con algo ecológico y sano, o el uso de la palabra ‘ecofriendly’, ‘eco’ o ‘bio’ sin ningún tipo de sello que lo garantice, hasta prácticas más sofisticadas que requieren una mayor investigación para descubrirlas.
Afortunadamente, ya hay organizaciones que se dedican a descubrir la farsa y desvelar que hay, por ejemplo, marcas de ropa que se jactan de vender prendas fabricadas con tejidos procedentes de cultivos sostenibles mientras sus empleados trabajan en fábricas donde el carbón sigue siendo el principal recurso energético; empresas que blanquean sus informes de emisiones de carbono o, directamente, ocultan información, y otras muchas más.
¿Cómo puedes saber si tu empresa está haciendo todo lo posible?
Hay empresas que nacen siendo sostenibles, con el claro propósito de fomentar un tipo de negocio diferente al que hasta ahora conocemos y otras que han ido cambiando y adoptando medidas, conscientes de la responsabilidad que todos compartimos.
Para ayudarlas, existen auditorías y consultores medioambientales que analizan y revisan los sistemas de gestión y proponen estrategias para alcanzar los objetivos propuestos; hay empresas que calculan la huella de carbono de la actividad empresarial, como Greemko o e incluso es posible compensar las emisiones de CO2 con proyectos de reforestación.
Las opciones, como vemos, son muchas y el tiempo y el planeta apremian. No queremos ser (demasiado) alarmistas, pero tampoco rozar la ingenuidad: creemos que las empresas pueden ser realmente sostenibles, pero para ello es importante que quieran serlo. Y como dice la científica humanista Isabelle Stengers, hay que “reactivar el sentido común” y ser cada vez más conscientes.