¿No tenéis la sensación de que cada año la Navidad llega antes? En serio, a finales de octubre ya estaban colgando las luces en mi calle mientras los niños todavía paseaban disfrazados pidiendo truco o trato. No nos había dado tiempo a reponernos de los sustos de Halloween cuando ya teníamos otro a la vuelta de la esquina…
Ya, perdón, es broma, sé que no es para tanto, pero tampoco podemos ignorar que estas fechas no son del gusto de todos. Siempre vienen cargadas de muchas emociones que no son fáciles de gestionar. La nostalgia y la melancolía de algunos se mezclan con el entusiasmo y la ilusión de otros, y es difícil compatibilizar tantas emociones.
Son semanas de mucha intensidad emocional y, como siempre digo, además de gestionar bien nuestra empresa, es importante que gestionemos eficientemente nuestros pensamientos. Así que para esta nueva sesión de la Dra. Biz he contado con la generosa colaboración de Laia Sabaté, psicóloga general sanitaria y directora de Psicolaiasabate.
Laia y su equipo de psicólogas ayudan a gestionar las emociones y a equilibrar el estado de ánimo así que he aprovechado para pedirle consejos sobre cómo nosotros y todos los que nos rodean podemos disfrutar al máximo de estas fiestas sin que el ánimo decaiga.
Se nos juntan demasiadas emociones en esta época del año: cierre de ciclos, encuentros con familiares y amigos, la casi-obligación de estar feliz, etc… ¿cómo podemos gestionarlas de un modo eficaz?
Creo que, sin duda, lo más importante es estar alineados con nosotros mismos y no obligarnos a estar de ninguna manera. Es curioso, pero a veces, cuanto más nos obligamos a estar bien, peor estamos. Es como si hubiera algo interno que nos dice “escúchame”. Y es que escucharnos es urgente e importante, sobre todo en días donde las emociones se nos remueven tanto como en la época de Navidad.
Y si encima tenemos que combinar toda esa intensidad con el trabajo…
Si nos toca trabajar en estas fechas, lo mejor que podemos hacer es pensar cómo acostumbramos a funcionar y a estar cuando acabamos de trabajar, no sobrepasar las citas a las que asistiremos y ser coherentes con nuestras necesidades. Acudir a los sitios que podamos, con las personas con las que realmente queramos estar y centrarnos en hacer lo que realmente sentimos que queremos hacer.
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¿No sería mejor pedir vacaciones y descansar de todo y de todos?
Una de las cosas que nos hacen sentir peor, normalmente, es ir a contracorriente. Si podemos coincidir con los demás, siempre es mejor, sobre todo por compartir con esas personas y poder hacer planes o simplemente sentirnos rodeados. Pero si eso no es posible, hay otra forma de verlo y de tomarlo: desde el autocuidado. Teniendo citas con nosotros mismos, cuidándonos, haciendo cosas que nos gustan, aprovechando para tener momentos a solas y hacer esas cosas que llevamos posponiendo desde hace meses.
Ahora que lo pienso… gestionar las vacaciones del equipo en estas fechas también puede ser un poco problemático si todo el mundo quiere irse el mismo día. ¿Algún consejo para que todos estén conformes?
Creo que aceptar que a veces no llueve a gusto de todos es importante. Aun así, buscar el equilibrio me parece imprescindible. Probablemente, lo mejor sea hablarlo directamente con el equipo y ver cuáles son las peticiones o preferencias que se solapan entre sí. A veces, permitiéndole al equipo que se escuche y que se atienda, se resuelven mejor las cosas que cuando intentamos gestionarlo todo solos.
En cualquier caso, la mejor opción además de escucharnos entre nosotros e intentar empatizar, es pactar. Necesitamos llegar a pactos cuando nuestras necesidades son poco compatibles para que nos quede la sensación de “hoy por ti, mañana por mí”. Sentirnos atendidos y escuchados por todos los miembros del equipo es importantísimo.
Creo que siempre es un buen momento para fortalecer el equipo. Volviendo a la pregunta anterior, quizás hablar puede ser una buena opción. Preguntarles si necesitan algo de nosotros, si les gustaría hacer alguna dinámica, si sienten que es el momento o si preferirían posponerlo (por volumen de trabajo o cualquier motivo).
Pero sí, aprovechar unas fechas como la Navidad o épocas donde podemos estar con más ilusión por las vacaciones, puede ser un buen factor de motivación para unirnos más.
¿Y qué se puede hacer con los grinchs del equipo?
Muy probablemente lo mejor sea “dejarlos ser”. Todos vivimos de manera distinta las cosas y sentir que los demás respetan nuestra forma de vivir es mágico para confiar y relacionarnos. Si, por el contrario, nos sentimos juzgados, eso puede dañar los vínculos que se generan en el equipo. El equipo debe ser un lugar seguro y amigable para todos.
¿Qué opinas de iniciativas como el típico ‘amigo invisible’? ¿No pueden ser también armas de doble filo (regalos que no gustan, personas que olvidan regalar, bromas de mal gusto…)?
Creo que son buenas iniciativas para fortalecer las relaciones y que el equipo sienta que hay algo más allá del trabajo: los vínculos y el ocio. Para que no se den situaciones incómodas, podemos establecer ciertas “normas” de las que todos sean conocedores. De este modo, nos aseguramos de que va a ser un espacio seguro para todos y que realmente va a cumplir el objetivo de hacernos sentir más cerca.
No estaría de más establecer, igual que con el amigo invisible o con otras dinámicas de equipo, algunas pequeñas normas. Sin que parezca una “bronca” o una alarma: decirlo de forma divertida, pero decirlo. Un mensaje emotivo de lo que nos gustaría que pasara en esa cena o comida, enfocado hacia lo positivo que queremos que pase.
Las personas no nos sentimos cómodas desde el “no hagas esto”. En cambio, puede ser motivador para todos pensar en lo que sí nos gustaría que pasara. Por ejemplo: “en esta cena, me encantaría que todos habláramos de lo positivo que ha sucedido durante este año” o “en esta comida me encantaría que pudiéramos reforzarnos los unos a los otros”.
Miedo me dan esas fiestas… pero más miedo me da el día después. ¿Hay alguna manera de evitar eso que llaman ‘resaca moral’ o lo que en inglés llaman hangxiety? Pregunto por una amiga…
Aceptar que tenemos derecho a disfrutar y también a dejarnos llevar. De hecho, lo necesitamos. Creo que no hay un remedio milagroso a sentirse culpable y que lo mejor es aceptar que quizás eso ocurra. La clave está en qué nos vamos a decir a nosotros mismos cuando eso ocurra.
Algo así como “me merezco dejarme llevar”, “ me lo pasé muy bien y eso ha valido la pena”, “estoy siendo demasiado duro conmigo mismo” o autoverbalizaciones así nos pueden ayudar a llevarlo mejor.
Reconectando de nuevo con el ocio y el descanso en el día a día. A veces, pasamos del todo al nada en cuestión de días. Aunque nos venga muchísimo trabajo a la vuelta, puede ayudarnos el hecho de agendar citas, ratitos para cuidarnos, ratitos para ver nuestra serie del momento, para cenar con la pareja o amigos… Cosas que nos ayuden a gestionar ese regreso con más equilibrio.
Para terminar, tengo que hacerte la pregunta casi obligatoria: ¿existe una fórmula verdaderamente efectiva para fijarse los propósitos de año nuevo o este año nos engañaremos una vez más (risas)? No, ahora la pregunta en serio: ¿Cómo ser realistas a la hora de plantearnos los proyectos de futuro?
(Risas). Creo que está bien que nos permitamos soñar un poco. La ilusión mueve el mundo ¿no? Quizás está bien que soñemos y nos propongamos cosas que no vayan a ser del todo así. Ser realistas también está bien, claro, pero lo más importante no es tanto lo que te propones sino lo que te dices cuando no lo consigues.
Ser compasivos con nosotros mismos, permitirnos no llegar a todo y hablarnos a nosotros mismos desde el respeto si eso ocurre, me parece la clave perfecta para gestionar el tema de los objetivos anuales.