Sabemos que la amortización de activos es algo bastante complejo… Y por eso mismo queremos explicarte cómo hacerla sin morir en el intento.
No lo niegues: el concepto “amortización de activos” es, a priori, complejo y, de hecho, suele comportar tantos problemas de interpretación y contabilización que, para qué vamos a negarlo, es muy fácil intentarlo… y morir en el intento.
Pero, tranquilo, que este artículo está aquí para aclararlo todo y para que, si tienes que morir, no sea amortizando activos. Para ello, no es necesario solo definir con claridad qué es un activo (y determinar cuáles de ellos son amortizables y qué otros no lo son), sino que también resulta imperioso explicar mínimamente cómo realizar una amortización.
Así que prepárate para elevar el nivel de la contabilidad de tu empresa… Porque de este artículo vas a salir siendo un máster de la amortización de activos.
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¿Qué es un activo?
Para evitar confusiones innecesarias, a la hora de definir qué es un activo lo mejor será no andarnos por las ramas y recurrir directamente al Plan General Contable. Según este mismo, un activo son los “bienes, derechos y otros recursos controlados económicamente por la empresa, resultantes de sucesos pasados de los que se espera obtener beneficios o rendimientos económicos en el futuro“.
Y, como siempre ocurre con las definiciones oficiales, resulta que es compleja de entender. Así que, dicho de forma mucho más llana, un activo es cualquier tipo de recurso que una empresa haya adquirido con vista de sacar un beneficio futuro. ¿Más claro de esta forma?
Pues empecemos a complicar la cosa, porque resulta que los activos los podemos encontrar de dos tipos. Por un lado están los activos corrientes, que son aquellos que se harán efectivos en menos de un año (como, por ejemplo, la tesorería, los saldos de clientes activos, las existencias, etc.). En contraposición, los activos no corrientes son aquellos que tienen una vida útil mayor a un año dentro del balance empresarial.
Siguiendo una lógica aplastante, los activos que se amortizan son los no corrientes, ya que no están limitados de forma tan dramática en el calendario. Y, de hecho, dentro de los activos no corrientes, tampoco pueden amortizarse las inversiones, sino que lo que se amortiza son los activos inmovilizados.
¿Y qué es un activo inmovilizado?, te estarás preguntando. Pues, para responder, te diremos que existen dos tipos de activos inmovilizados:
- Activo inmovilizado material. Son todos aquellos bienes tangibles (es decir: materiales) que forman parte de la estructura de una empresa y que son necesarios para su actividad económica. Algunos ejemplos de este tipo de inmovilizados serían los terrenos y bienes naturales, las construcciones, las instalaciones técnicas, la maquinaria, el utillaje, el mobiliario, los equipos informáticos…
- Activo inmovilizado inmaterial. Son los activos no tangibles que no tienen entidad física, sino intelectual. Entre los ejemplos de este tipo de inmovilizados encontramos la investigación, el desarrollo, las concesiones administrativas, la propiedad industrial, el derecho de traspaso, las aplicaciones informáticas…
¿Qué es la amortización?
Esto es más sencillo: la amortización es la cuenta contable que recoge la pérdida de valor de los activos, ya sea por el paso del tiempo o por el uso de los mismos. Veamos cada uno de estos dos escenarios posibles a través de sendos ejemplos.
Consideremos una empresa que compre un vehículo para que su comercial se mueva a la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio. Este vehículo ha costado 5.000 euros y se ha reflejado en el balance de la empresa como un activo inmovilizado material. Si la vida útil de un vehículo son diez años, la pérdida de su valor será lineal y cada año, de hecho, perderá la misma cantidad de 500 euros. Este sería un ejemplo de amortización de activos por tiempo.
En cuanto a la amortización de activos por uso, imaginemos otra empresa que, en este caso, compra una máquina cuyo coste es de 2 millones de euros y que tiene una vida útil de un total de 4 millones de productos producidos. Si el primer año la empresa produce 500.000 productos y el segundo aumenta la producción y sube hasta 700.000 productos, la amortización se calculará basándonos en tantos por ciento. 500.000 es un 12.5% de 4 millones, mientras que 700.000 es un 17.5%. Al aplicar estos porcentajes al valor económico de la máquina, obtendremos que un 12.5% de 2 millones de euros son 250.000 euros, mientras que un 17,5% serían 350.000 euros. Esas son las cantidades que deberíamos amortizar cada uno de los años.
En conclusión, hay que concretar que esta pérdida de valor de los activos tiene un nombre técnico: depreciación. Y que la amortización se dedica a cuantificar esta depreciación que, a su vez, puede tener tres motivaciones distintas: física (el activo pierde valor con el paso del tiempo, se use o no), funcional (en relación con el uso que se le dé al activo) o económica (también denominada obsolescencia: la aparición de novedades tecnológicas convierte a un activo en obsoleto).
Sí, lo sabemos: hemos puesto muchos conceptos complejos sobre la mesa en este artículo. Pero en ningún momento dijimos que las cosas no se iban a poner difíciles… Dijimos que queríamos convertirte en un máster de la amortización de activos. Y, si asimilas todo lo explicado en este artículo, eso es lo que serás.
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