Entrar en la cuenta de Instagram del joven Erik Finman es darse un baño de ostentosidad. Lluvia de billetes, puros, champagne en batín de seda, viajes en un jet privado. ¿De dónde sale tanto dinero? Y más importante aún, ¿quién es Erik Finman?
Se trata de uno de los millonarios más jóvenes del mundo —tiene 19 años—, y todo su dinero lo ha conseguido gracias a la inversión en bitcoins. Finman compró bitcoins por primera vez a los 12 años después de que su abuela le regalara 1.000 dólares por su cumpleaños. En lugar de gastarlos en un capricho, Finman los invirtió en la popular criptomoneda, y ahí se quedaron, en una cuenta, hasta que dos años después la consultó y los bitcoins habían multiplicado su valor por 10, alcanzando los 100.000 dólares.
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DescúbreloEn ese momento y con ese dinero, Finman montó una plataforma que sirvió de punto de encuentro entre estudiantes que buscaban una información distinta a la que se aprenden en colegios y universidades y expertos que podían ofrecerles a su apoyo. Se llamaba Botangle y ponía en contacto a los estudiantes con sus tutores mediante chat de vídeo.
Según contó después, se vio inspirado a abrir este negocio, con 15 años, debido a la “terrible vida” que tuvo en el colegio, con profesores diciéndole que abandonara los estudios y compañeros de clase haciéndole bullying a cada momento. Finman quiso dejar el colegio para dedicarse a su exitosa empresa pero sus padres no dejaron hacerlo, así que les planteó una apuesta: si ganaba un millón de dólares antes de cumplir los 18 no iría a la universidad.
Por supuesto, ganó la apuesta.
Después de crear Botangle, con alrededor de 20 desarrolladores en todo el mundo trabajando para ella, Finman comenzó a hacer el circuito de medios afines a Silicon Valley y alcanzó cierta reputación gracias a su historia como inversor precoz y a sus ideas disruptivas en torno al valor de las instituciones educativas.
Bontagle fue comprada por otro millonario de bitcoins de la ciudad natal de Finman, que ofreció a su fundador un pago de 300 bitcoins o de 100.000 dólares en metálico. A pesar de la crisis que atravesaba la criptomoneda, Finman eligió el pago en bitcoins. Otro acierto en su trayectoria; uno más.
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Ahora, varios años después de su venta, Finman ha vuelto a comprar su startup original. Lo ha hecho tras montar una tienda en Los Ángeles y comprar un Lamborghini que le otorga cierta notoriedad, cierto halo de enfant terrible de los nuevos negocios. Con la nueva adquisición pretende cambiar el mundo de la educación mediante esta plataforma de código abierto en el que cualquiera puede crear una escuela en línea para sus propios intereses.
“Mi objetivo en la vida es arreglar el sistema educativo”, ha comentado Finman en alguna entrevista. “Y la razón por la que creé Botangle fue por mis propias experiencias negativas”.
Tres años después, puede presumir de ser considerado uno de los jóvenes empresarios más talentosos el mundo, incluso sin haber pisado la universidad. Puede permitirse, además, cobrarse una pequeña venganza. Así lo contaba en The Guardian: “Recuerdo cuando se publicó el primer artículo sobre mí, lo envié al peor profesor que tuve (que me dijo que acabaría trabajando en un McDonalds). En el asunto decía ‘mírame ahora, perra’. Nunca recibí respuesta”.