Los emprendedores jóvenes se enfrentan a un doble reto durante el desarrollo de su idea de negocio.
El primero tiene que ver con la volatilidad y la incertidumbre intrínseca al mercado: montar un negocio puede salir bien o puede suponer un auténtico fracaso, y en el resultado final influyen infinidad de factores, entre ellos la suerte.
El segundo reto está determinado por la juventud del emprendedor. Montar algo antes de los 30 años supone un desafío añadido en la medida en que la persona no ha tenido tiempo de experimentar demasiado dentro del terreno de los negocios.
Evidentemente los emprendedores jóvenes han podido aprender mucho en sus respectivas escuelas, pueden empaparse de libros relacionados o seguir cursos online, incluso pueden seguir el ejemplo de emprendedores jóvenes exitosos. Pueden hacer todo eso y aún así tendrán la desventaja de la inexperiencia.
O peor aún: estarán infravalorados por aquellos que sí cuentan con años de inexperiencia, pues a veces –en el terreno laboral y también en el vital– pesa el prejuicio hacia las generaciones posteriores.
En el lado contrario, viéndolo desde otra perspectiva, al terminar la carrera los emprendedores jóvenes tendrán mucho conocimiento recientemente acumulado, podrán acceder a las ayudas para emprendedores que la gente por encima de los 30 años no podrá solicitar, tendrán la ilusión necesaria para arrancar con un reto de estas características y estarán al día de todas las tendencias comerciales y tecnológicas.
Por si eso no es suficiente, a partir de aquí añadimos algunas lecciones que todos los emprendedores jóvenes deben haber aprendido antes de los 30 años.
La gente adecuada es el mejor aval de un negocio
Es casi imposible construir un negocio en solitario. Aunque hablemos de un emprendedor individual, siempre tendrá que contar con una red de apoyos y colaboradores entre los que habrá mentores, partners, vendedores y gente afín dispuesta a hacer crecer tu idea.
En ese sentido, los emprendedores jóvenes deben reconocer quiénes son las personas que les brindarán más oportunidades de negocio y quiénes les ayudarán a tomar buenas decisiones. Saber rodearse bien y no menospreciar la influencia de los demás ayuda a construir una empresa fuerte.
Fallar entra dentro de lo normal
Da igual todo lo que se haya leído; da igual cuánto se haya preparado un emprendedor. El fracaso es una condición casi sine qua non de cualquier persona que lleve el emprendimiento en su ADN.
Quizás no sea en el negocio a nivel general, tal vez ocurra en una estrategia determinada; da igual, el fracaso siempre será un ingrediente más de cualquier empresa. Los emprendedores jóvenes deben trabajar la resiliencia para no terminar metidos en círculos de frustración. Enfrentar el fracaso sabiendo que es inevitable hará que se acepte mucho más rápido.
El tiempo es clave
“El tiempo es dinero” puede sonar a frase hecha, hueca, pero lejos de esa percepción sirve para describir su dimensión e influencia real en nuestras vidas. Pese a que hablemos de emprendedores jóvenes en su caso el tiempo también es un recurso finito –siempre lo es– y deben aprender a gestionarlo para alcanzar las metas propuestas.
En términos empresariales, la manera de distribuir el tiempo influirá directamente en la producción. Cuanto más tiempo se invierte en una tarea, más dependerá el negocio de ella. Y cuanto antes se aprenda esta lección más tiempo ahorrará uno.
La comunicación nunca debe fallar
Pese a que el poder de la comunicación cada día está más valorado –prueba de ello son las redes sociales–, a veces se olvida que las empresas dependen de una buena comunicación. Visibilizar lo que se hace y explicarlo de forma atractiva ayuda a reforzar el vínculo con los clientes y generarlo con quienes aún no lo son. Además, comunicar bien sirve para solucionar situaciones incómodas o problemas asociados a la actividad.
La perfección no existe, asúmelo
Muchos emprendedores jóvenes ponen en marcha sus nuevos negocios partiendo de la idea de que la perfección es lo mínimo exigible. Son meticulosos, exigentes, perfeccionistas; son el antiprogreso.
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La rapidez del entorno en el que nos movemos, condicionado por las características propias de la era digital, obliga a ejecutar ideas de manera ágil y sin demasiadas contemplaciones, porque esperar a conquistar la perfección probablemente sea un camino directo al fracaso. Muchas empresas han logrado reinventarse a partir de arrancar una idea imperfecta, empresas pequeñas y auténticos conglomerados: el caso de Epic Games y su popularísimo Fortnite es bien ejemplo de ello.
“Práctico” va delante de “cool”
Hay ideas emocionantes que no sirven para prácticamente nada. Hay ideas muy pegadas a lo actual, a la tendencia, que mañana estarán caducas. Hay ideas maravillosas, increíbles, que podrían cambiar el mundo; y que son imposibles de ejecutar.
Es decir: los emprendedores jóvenes sin demasiada experiencia deben tener en mente la practicidad a la hora de arrancar un negocio que pretenda generar beneficios. De lo contrario, si ponen en marcha un negocio tan revolucionario que sea excesivamente innovador incluso para sus clientes, corren el riesgo de haber acelerado demasiado.
Con el emprendimiento no acaba el aprendizaje
Emprendimiento y aprendizaje no es un juego de suma cero en el que cuanto más sumas de uno, más restas del otro. Da igual todo lo que sepa el joven emprendedor en relación a su negocio o su mercado, porque siempre quedarán cosas por aprender.
Si eres un joven emprendedor interioriza estas lecciones y recuerda: hay una gran diferencia entre aprender y poner en práctica. Deja el miedo a un lado, analiza bien tus opciones, rodéate de gente sensata y lánzate al mercado.