¿Alguna vez te has preguntado por qué y para qué es necesario pagar impuestos? Este artículo responde en profundidad a esa pregunta.
Todo empresario ha soñado alguna vez que otra con el crimen perfecto… Y, a nivel empresarial, el crimen perfecto consistiría, fundamentalmente, en no pagar tributos y conseguir que este impago nunca fuera detectado por el estado. Es un crimen perfecto que nace de una pregunta que es normal que te hayas hecho alguna vez: ¿por qué y para qué es necesario pagar impuestos?
Si alguna vez te has hecho esa pregunta, no te preocupes: es totalmente normal.
Los tributos: ¿por qué y para qué?
Empecemos por el principio: ¿qué es exactamente un tributo? Un tributo es la imposición por parte del Gobierno (ya sea, en un caso como el español, el gobierno central o cualquiera de sus ramificaciones autonómicas) de pagar por un hecho imponible. A través de la ley y de todo un conjunto de organismos administrativos creados para tal efecto, el Gobierno establece que los ciudadanos tienen que pagar todo un conjunto de tributos que han de servir para cuatro cosas.
La primera de ellas es el sostenimiento del gasto público, cuya principal fuente de ingresos son precisamente los tributos (y, dentro de los tributos, los impuestos, aunque a eso llegaremos un poquito más adelante). La segunda razón de existir de los tributos es la distribución de la renta patrimonial, que -presuntamente- se consigue obligando a los ciudadanos a pagar en consonancia a su capacidad económica (es decir: los ricos deberían pagar más tributos que la clase media).
La tercera justificación de los tributos es la búsqueda de una mayor eficiencia en la economía de un país (y esto es algo bastante abstracto que puede explicarse a través de un ejemplo concreto: mayor eficiencia económica es, por ejemplo, gravar actividades para compensar a personas perjudicadas por esa misma actividad pero que no participan de la decisión de llevarla a cabo). Y, por último, el cuarto motivo por el que existen tributos es suavizar la crisis, algo cada vez más urgente en el paradigma económico actual.
Los impuestos: ¿por qué y para qué?
Ya ha quedado dicho más arriba: los impuestos son una subdivisión de los tributos. Y aquí llega lo interesante: los impuestos son tributos que el ciudadano ha de pagar sin recibir nada en concreto a cambio. Dicho de otra forma: la obligación de pagarlos no responden a un hecho imponible, sino al sostenimiento general de los gastos públicos.
Aquí hay que diferenciar entonces los impuestos de las tasas. Al fin y al cabo, las tasas son tributos que sí que se pagan a cambio de algo, ya sea un servicio o el aprovechamiento de algún aspecto concreto del dominio público.
Y, de esta forma, se llegaría a la tasa que suele traer de cabeza a todos los empresarios: la cotización a la Seguridad Social, que vendría a ser un tributo justo a medio camino entre los impuestos y las tasas. De alguna forma u otra, estas cotizaciones se tributan para recibir prestaciones contributivas de la Seguridad Social. Lo que, hablando en plata, implica que, si no se pagan estas cotizaciones, no se percibirán las prestaciones asociadas. A su vez, y aquí está el truco, la tributación de las cotizaciones no implica que un ciudadano pueda reclamar una prestación concreta del Estado, ya que eso dependerá de las normas concretas dependiendo del momento y región. Explicado con otro ejemplo: un ciudadano que haya cotizado y caiga en el desempleo, cobrará dependiendo de lo que dicten las normas.