Mescladís es un ejemplo de cómo se puede utilizar la comida como medio para la inclusión social y la igualdad de oportunidades.
Su historia nos invita a utilizar la cocina como una herramienta muy potente para unir personas, familias, amigos y, también, comunidades y culturas, construyendo puentes de entendimiento y convivencia entre personas de diferentes orígenes.
La gastronomía forma parte del ADN de una cultura tanto como su música, su arquitectura o su literatura. Y es que, antes incluso del pensamiento científico o de la sensibilidad artística, la transformación de los alimentos fue de las primeras técnicas que nos empezaron a diferenciar de los animales y nos hicieron humanos.
La migración también ha sido una característica innata del género Homo desde que nació hace millones de años, y es lo que le ha hecho llegar a todos los rincones del planeta desde su génesis en el sur de África. Porque desplazarse para buscar mejores condiciones de vida es uno de los métodos de supervivencia más primitivos de nuestra especie. El adosado con piscina y el súper de la esquina vino mucho después.
Por otro lado, la unión de la migración y la gastronomía nos ha dado cosas maravillosas como poder disfrutar de una pizza margarita hecha por un italiano nacido en Nápoles y de una pizza estilo Chicago hecha por un estadounidense de ascendencia italiana sin salir del barrio. Pero aparte de estos guiños del destino de la civilización, la alianza de estos dos términos nos ha traído beneficios muchos más fructíferos que comer: el acercamiento social, la fraternidad, el enriquecimiento cultural…
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Inclusión social a través de la comida
Es aquí donde entra el Espai Mescladís, que, esta vez, no es una empresa pero funciona como una, ya lo veremos. Mescladís es una fundación sin ánimo de lucro ubicada en Barcelona que se dedica a la integración de personas en riesgo de exclusión social a través de la gastronomía. Desde su creación en 2005, han construido una comunidad única que celebra la diversidad cultural y culinaria, mientras se esfuerzan por crear oportunidades laborales y mejorar la calidad de vida de las personas vulnerables.
La fundación Mescladís cree que la gastronomía es un poderoso medio para unir a las personas de diferentes orígenes y culturas, como así ha sido siempre, y para promover la inclusión y la igualdad de oportunidades. Por este motivo, han creado el programa Cuinant Oportunitats que ofrece formación y empleo a personas en riesgo de exclusión social, incluyendo inmigrantes, refugiados, personas sin hogar, jóvenes en situación de vulnerabilidad, expresos o personas con discapacidad.
No importa de donde vengan ni su situación en el país –regular o irregular–, tan solo que tengan capacidad y voluntad de arraigo y de hacer comunidad a pesar de no encontrar posibilidades ni apoyo para mejorar su acceso al trabajo.
La formación del programa, a pesar de ser funcional, respeta en todo momento las historias personales, los intereses y la cultura de los participantes. «El trabajo del proyecto no es solo la formación técnica, sino que también hay un aspecto de acogida, sentimiento de pertenencia y empoderamiento», cuenta Martín Habiague (Santa Rosa, Argentina, 1967), creador y director de la Fundación Mescladís.
Los espacios Mescladís
El Born de Barcelona, al lado del puerto y de la estación de tren, ha sido desde hace siglos un barrio de encuentro y acogida hasta hoy. Por sus calles pasean barceloneses cuyo árbol genealógico se pierde entre las callejuelas medievales, barceloneses de 2ª o 3ª generación, migrantes recién llegados, turistas…
No podía ser sino aquí donde la Fundación Mescladís abriese su primer bar-restaurante-escuela, en una encantadora terraza en el Pou de la Figuera. «El Mescladís del Pou es para muchas de nuestras vecinas, amigos y clientes el alma de un barrio diverso», explica Martín.
No tardarían mucho en expandirse por la ciudad, primero al Mescladís Borrell, restaurante-escuela y “local bandera” de la fundación; también empezaron a realizar caterings y talleres como puntos de encuentro entre culturas con la cocina como pretexto, en los que los participantes comparten historias, saberes y sabores, conflictos y esperanzas. También abrieron un espacio en la Nau Bostik, lanzaron recientemente una revista –Convit/e– y hasta crearon una birra social.
Más allá de la gastronomía, en Mescladís quisieron también dar sentido colectivo a su trabajo y ampliar el horizonte de inclusión con otras propuestas. Aquí aparece Desarrollo Comunitario, proyectos de sensibilización para denunciar la discriminación y la injusticia social y poner en valor la diversidad y la cohesión social. Podemos encontrar exposiciones de arte urbano, herramientas educativas, digitales, fotografía, cómics o un centro cultural en El Born.
Proyecto social y empresarial
Cuando Mescladís nació, todo eran incertidumbres. Si el proyecto podría salir adelante, si podrían realmente insertar a los excluidos, si sobrevivirían a la crisis de 2008… Pero una cosa sí estaba clara, y era que iban a apoyar Mescladís sobre 3 ejes inmutables: la inserción sociolaboral, las actividades educativas de cohesión social y la sostenibilidad holística.
Este tipo de sostenibilidad es, por supuesto, social a través de la comunidad y la colaboración, y medioambiental a través de los productos y el consumo. Pero también es sostenibilidad económica, ya que se sustenta fundamentalmente gracias a la actividad económica hotelera del Mescladís del Pou y del restaurante-escuela, además del servicio de catering y los talleres. Todo esto suma el 90% del presupuesto de la fundación.
«Aunar negocio y proyecto social es una carga importante. Para nosotros fue todo un aprendizaje cómo entrelazar el área social con la actividad económica», cuenta Martín. Para él, hubiese sido todo mucho más fácil si Mescladís solo incluyese el área benéfica, ya que a las problemáticas de llevar un proyecto social hay que sumar las problemáticas de llevar un “negocio” –proveedores, clientes, trabajadores, cuentas, facturación–. Pero entonces, Mescladís no sería tan extraordinario.
Porque Mescladís no es solo un bar, ni un restaurante, ni una asociación. Es, ni más ni menos, un grupo de personas que creen que todos, sin importar quién o dónde, merecen respeto, dignidad y, sobre todo, oportunidades que se puedan cocinar y degustar en una terraza del Born bajo la sombra de una higuera.